jueves, 11 de noviembre de 2010

LA CRISIS DE 1929.


Las “recesiones”, “contracciones económicas” o “crisis económicas”—todas son frases sinónimas que se aceptan actualmente como parte regular de la vida económica. Los políticos dan cuenta “racional” de ellas, describiéndolas como “dolor necesario” que a veces hay que padecer. En última instancia la economía controla a los políticos y no éstos a aquélla.
Las crisis económicas son periodos de bajo crecimiento económico e incluso negativo. Esto significa que los niveles de producción son inferiores e implican aumento del desempleo. Como resultado, se debilita el poder de negociación de los obreros y sus salarios disminuyen. Según Marx, la división en el capitalismo entre compradores y vendedores de mercancías abre la posibilidad de crisis y tropezones económicos, pues los poseedores del dinero no siempre encuentran en sus intereses convertir de inmediato el dinero en mercancías. Por lo tanto, mientras existan el comprar y el vender, el dinero, los mercados y los precios, el comercio será cíclico.

En la época de la Gran Depresión de los años treinta, la mayoría de los economistas habían llegado a concordar en que las crisis eran parte integrante del capitalismo, habiendo seguido la pauta impuesta en ese tiempo por John Maynard Keynes. Como Marx antes que él, Keynes argumentaba que la ley de Say no tenía sentido y que el mercado libre no conducía naturalmente a un punto de equilibrio de pleno empleo con crecimiento sostenido. El capitalismo, razonaba, si fuese dejado seguir su propio impulso, terminaría por estancarse, como había sucedido luego del estrepitoso derrumbe de Wall Street en octubre de 1929. Keynes y sus seguidores adoptaron el punto de vista de que, conforme el capitalismo se desarrollaba, la tendencia observable del sistema a concentrar la riqueza en unas cuantas manos lleva al ahorro excesivo, al atesoramiento de la riqueza y al descenso de la demanda total. Esto a su vez hundiría al capitalismo en una crisis prolongada.
El 24 de octubre de 1929 (jueves negro) se produjo una quiebra del mercado de valores de Nueva York, que provocó un prolongado período de deflación. La crisis se trasladó rápidamente al conjunto de la economía estadounidense, europea y de otras áreas del mundo. Una de sus consecuencias más inmediatas fue el colapso del sistema de pagos internacionales. La debacle económica de 1929 ha concitado la atención de historiadores y economistas como no lo ha hecho ningún otro momento de la historia económica del capitalismo. El debate en torno a los orígenes de la crisis se prolonga, de hecho, hasta los años ochenta, reactivado por la necesidad de dar una explicación fundada a la crisis de las últimas décadas. Marxistas, monetaristas y keynesianos han intentado dar una explicación de este episodio que, en realidad, se correspondió con un largo período, que va desde 1929 hasta 1939.
La deflación, la caída de la producción, la acumulación de stocks, el desempleo masivo, la contracción del comercio mundial y la ruptura del sistema de pagos internacionales marcaron la coyuntura en la mayoría de países capitalistas avanzados. El paro superó los 12 millones en EEUU, siete millones en Alemania y tres millones en Gran Bretaña. La producción industrial cayó entre 1929 y 1932 un 38 por ciento a escala mundial, y un 50 por ciento en EEUU. ***Galbraith («El crac del 29», 1955) distingue entre el crac propiamente y lo que él llama la «Gran Crisis», período este último que se prolonga hasta 1939.
Las explicaciones de las causas de la crisis son variadas y complejas, si bien coinciden en la conjunción de diversos factores económicos y sociales, y que, a su vez, se influenciaron recíprocamente. Las consecuencias que produjo el tratamiento de la crisis fueron absolutamente trascendentales, hasta el punto que los historiadores más prestigiosos la responsabilizan directamente de la II Guerra Mundial. Las medidas económicas adoptadas en la mayoría de países produjeron un fraccionamiento de la economía mundial y un fuerte impulso de la autarquía.
DESPIDOS POR LA CRISIS NO SE SIENTEN TODAVÍA EN COLOMBIA.
Si la incertidumbre por el rumbo de la economía colombiana a corto y mediano plazo es la característica predominante entre los empresarios, ese sentimiento, sumado al temor, es aún mayor entre los trabajadores por pérdida de empleo y la reducción de los ingresos familiares.
Según el DANE, en el trimestre Diciembre-Febrero los ocupados aumentaron en 325.000 hasta 2,5 millones respecto a un año atrás (también hubo una ligera alza en la tasa de ocupación) y el desempleo subió al 12,5 por ciento al tiempo que los trabajadores cesantes (los que han perdido el empleo)se incrementaron en 268.000. Los analistas coinciden en que el desempleo seguirá en aumento hasta el promedio del 14 por ciento en el 2009, y el ministro de la Protección Social Diego Palacio, considera que los recortes de personal se aceleran en algunos sectores productivos, pues “los despidos por la crisis no se han visto todavía”. Las empresas, explicó el funcionario, esperarán tres o cuatro meses para ver como evolucionará la crisis de la economía mundial  y local para tomar decisiones sobre su planta de personal, pues para ellas es muy costoso el reentrenamiento y capacitación de los trabajadores despedidos que vuelvan a enganchar una vez se supere la crisis.
Lo anterior explicaría por qué apenas 21 empresas han solicitado permiso ante el Ministerio de la Protección Social para despedir 1.065 trabajadores (cuatro de ellas no especificaron el numero de trabajadores. Las 21 peticiones entre Enero y Marzo Corresponden a empresas de Cundinamarca, Antioquia, Antioquia, atlántico, entre otros.

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